La voz ya no era la misma. Los párpados insistían en querer cerrar. Las piernas, lentamente, temblaban a cada paso. La respiración, jadeante, era la marca audible del cansancio.
Y así se dio. Por pocos kilómetros, que en su lectura personal prefería llamar de interminables metros, el destino final se mostraba. Final? No, sólo de aquel día.
Y al llegar, se acostó sin encontrar que tuviera fuerzas para lo que le reservaba el nuevo amanecer. Tu error...
Mientras se dividía en sus sueños, una enorme luz y llama de fuego invadieron el espacio y lo levantaron de su lecho, poniéndole erecto sobre sus pies. De la luz salió una voz que decía: "No te veas solo, pues AQUEL que lo condujo hasta aquí siempre se mostrará contigo. ¡No desanime tu carne, pues tu Espíritu es continuamente vivificado por Él y así, te mostrarás completo para tu viaje! ". De la llama, imágenes saltaron a los ojos y lo hicieron ver el pasado, el presente y el futuro. Y el futuro se dividía en tres, mientras que el pasado y el presente eran uno solo. Y cada vez que miraba a sus pies y manos, una de las caras del futuro se hacía más evidente.
Y, en una fracción de segundos, como si nada de eso hubiera ocurrido, todo se fue. Y lo racional intentó probarlo, aunque sin éxito.
Sus pies habían sido renovados, sus piernas fortalecidas, sus brazos alargados, su pulmón y corazón restablecidos, y la mente, la mente sólo conseguí pensar en el blanco, en lo que se propuso. Pero, a diferencia de antes. Pues ahora sus acciones, sus pasos, no eran más calculados. Ellos sólo iban. Sólo lo llevaban sin previo plan a donde deberían estar o llegar.
Y el viento le empujaba, la lluvia le refrescaba, las nubes atenuaban el calor, los pájaros volvían más placenteros el camino, el verde lo reanimaba, el azul del cielo le inspiraba y todo a su alrededor contribuía a su feliz y sorprendente caminata.
¡Qué a eso es contigo y aún más en ti, hoy y en todos tus días!
Yedidyah